viernes, 22 de febrero de 2013

Pensando acerca de la creación artística


El otro día asistí a la exposición de una excelente dibujante –Mabel Larrechart-, cuyos dibujos incluían a veces la inserción en collage de un pequeño dibujo o grabado ajeno, recortado de alguna revista, quizá.   Me llamó la atención que ella lo incluyera sin haberlo reelaborado con su propia mano, pues es algo que yo no haría.   ¿Por qué eligió hacerlo así?, supongo que porque consideró que ésta era la mejor manera de comunicar lo que quería comunicar.

Me viene a la mente la pregunta que alguna vez me hizo una curadora: ¿No crees que pudieras encontrar otros medios diferentes aparte de la pintura para comunicar lo mismo que comunicas pero de una manera que te permita conectar mejor con la gente?   Ella me sugería así la posibilidad de actualizarme, al considerar que yo pintaba “como si estuviera en el siglo pasado”.

Recientemente leí el libro “Dharma Art” de Chögyam Trungpa, donde el autor define el Arte Dharma como aquel que carece de toda agresividad.   Trungpa identifica varios tipos de actitudes de agresión alrededor de la creación artística, siendo una de ellas el querer impactar al público con un determinado mensaje;  cuando esto ocurre, dice, el arte pierde autenticidad y se convierte en exhibicionismo.

Yo no sé;   a mí me parece que como artista es muy difícil sustraerse de toda intención de crear un impacto en el observador, pero pienso que es válido el preguntarnos de qué lado queremos poner el acento;  si en el de provocar una reflexión y/o transmitir un mensaje dado por medio de nuestra producción artística o si en el de explorar y expresar nuestras propias vivencias, independientemente de lo que podamos comunicar con ello.     Es decir, crear para otros o para uno mismo, si quisiéramos ponerlo de manera simplista; aunque supongo que solo en casos extremos se trataría de puntos de vista mutuamente excluyentes.

Estas cosas me han servido para ubicar mejor uno de los elementos más importantes que creo identificar en mi quehacer como artista, que es el afán de aprender.  

                              


Cuando yo pinto un cuadro, entre otras cosas busco expandir mi creatividad, enriquecer mis recursos expresivos e impulsar mi destreza;   yo estoy aprendiendo, y para ello procuro plantearme siempre un reto difícil que ha de ser resuelto.

Quizá si pusiera el énfasis en hacer de mi trabajo una expresión adecuada a determinado concepto de comunicación, podría encontrar entonces pertinente el uso de diferentes medios, tales como collages y otras muchas cosas, pero no es ése mi enfoque.  

Yo trabajo, en cambio, con la idea de verme envuelto en una experiencia de descubrimiento –descubrimiento de soluciones plásticas y del efecto que éstas van teniendo en mi percepción y sensibilidad-, y al momento de crear no estoy pensando en establecer ninguna comunicación particular con nadie –aunque ésta reflexión pueda venir después-.   Así pues, me gusta pensar que la pintura va surgiendo orgánicamente, de manera tal que la incertidumbre hacia el resultado final pueda mantenerse siendo tanto un reto como una motivación durante todo el proceso.

Pudiera decir entonces –entre paréntesis- que mi pintura tiene una cierta intención procesal, en tanto que valoro el que cada trabajo quede como el testimonio de una experiencia en la que tuve el valor de correr un riesgo.

Existen actualmente muchas orientaciones distintas dentro de las artes plásticas, pero desde mi particular punto de vista, si volvemos a la cuestión de si pudiera encontrar maneras más efectivas de conectar con el público, como que siento que es una pregunta mal enfocada.   Prefiero preguntarme si lo que voy haciendo maravillaría o no al niño que hace muchos años fuí, o para ponerlo en la manera en que lo expresaría un amigo y maestro mío, si con mi trabajo estoy honrando mis valores o no.    Y para hacerme éstas preguntas, hasta ahora no me ha hecho falta salirme de la pintura.