El
otro día asistí a la exposición de una excelente dibujante –Mabel Larrechart-,
cuyos dibujos incluían a veces la inserción en collage de un pequeño dibujo o
grabado ajeno, recortado de alguna revista, quizá. Me llamó la atención que ella lo incluyera
sin haberlo reelaborado con su propia mano, pues es algo que yo no haría. ¿Por qué eligió hacerlo así?, supongo que porque consideró que ésta era la
mejor manera de comunicar lo que quería comunicar.
Me
viene a la mente la pregunta que alguna vez me hizo una curadora: ¿No crees que
pudieras encontrar otros medios diferentes aparte de la pintura para comunicar
lo mismo que comunicas pero de una manera que te permita conectar mejor con la
gente? Ella me sugería así la posibilidad
de actualizarme, al considerar que yo pintaba “como si estuviera en el siglo
pasado”.
Recientemente
leí el libro “Dharma Art” de Chögyam Trungpa, donde el autor define el Arte
Dharma como aquel que carece de toda agresividad. Trungpa identifica varios tipos de actitudes
de agresión alrededor de la creación artística, siendo una de ellas el querer
impactar al público con un determinado mensaje;
cuando esto ocurre, dice, el arte pierde autenticidad y se convierte en
exhibicionismo.
Yo no sé; a mí me parece que como artista es muy difícil
sustraerse de toda intención de crear un impacto en el observador, pero pienso
que es válido el preguntarnos de qué lado queremos poner el acento; si en el de provocar una reflexión y/o
transmitir un mensaje dado por medio de nuestra producción artística o si en el
de explorar y expresar nuestras propias vivencias, independientemente de lo que
podamos comunicar con ello. Es decir,
crear para otros o para uno mismo, si quisiéramos ponerlo de manera simplista; aunque supongo que solo en casos extremos se trataría de puntos de vista
mutuamente excluyentes.
Estas cosas me han servido para
ubicar mejor uno de los elementos más importantes que creo identificar en mi
quehacer como artista, que es el afán de aprender.
Cuando yo pinto un cuadro, entre
otras cosas busco expandir mi creatividad, enriquecer mis recursos expresivos e
impulsar mi destreza; yo estoy
aprendiendo, y para ello procuro plantearme siempre un reto difícil que ha de
ser resuelto.
Quizá si pusiera el énfasis en hacer
de mi trabajo una expresión adecuada a determinado concepto de comunicación,
podría encontrar entonces pertinente el uso de diferentes medios, tales como
collages y otras muchas cosas, pero no es ése mi enfoque.
Yo trabajo, en cambio, con la idea
de verme envuelto en una experiencia de descubrimiento –descubrimiento de
soluciones plásticas y del efecto que éstas van teniendo en mi percepción y
sensibilidad-, y al momento de crear no estoy pensando en establecer ninguna
comunicación particular con nadie –aunque ésta reflexión pueda venir
después-. Así pues, me gusta pensar que
la pintura va surgiendo orgánicamente, de manera tal que la incertidumbre hacia
el resultado final pueda mantenerse siendo tanto un reto como una motivación durante
todo el proceso.
Pudiera decir entonces –entre paréntesis- que mi pintura tiene una cierta intención procesal, en tanto que valoro el que cada trabajo quede como el testimonio de una experiencia en la que tuve el valor de correr un riesgo.
Existen actualmente muchas
orientaciones distintas dentro de las artes plásticas, pero desde mi particular
punto de vista, si volvemos a la cuestión de si pudiera encontrar maneras más
efectivas de conectar con el público, como que siento que es una pregunta mal
enfocada. Prefiero preguntarme si lo
que voy haciendo maravillaría o no al niño que hace muchos años fuí, o para
ponerlo en la manera en que lo expresaría un amigo y maestro mío, si con mi
trabajo estoy honrando mis valores o no.
Y para hacerme éstas preguntas, hasta ahora no me ha hecho falta salirme
de la pintura.